EL AUGE DE NAPOLEON, LA GUERRAS REVOLUCIONARIAS
ANTECEDENTES
Volando hacia los tumultuosos días de la
Revolución Francesa, donde todo estaba más agitado que una licuadora en pleno
ciclo de licuado! La Revolución, que estalló alrededor de 1789, fue liderada
por personajes como Maximilien Robespierre y Jacques Pierre Brissot. Este
período caótico en Francia, más confuso que un laberinto de espejos, fue
marcado por las Guerras Revolucionarias Francesas. Estas batallas fueron como
una montaña rusa para nuestro protagonista, Napoleón Bonaparte, catapultándolo
hacia la fama en su patria.
En resumen, estas guerras fueron los primeros intentos de varios países, como Gran Bretaña, Rusia, Prusia, Austria (también conocida como el Sacro Imperio Romano), España y los estados italianos, para sofocar el ardoroso republicanismo francés que se estaba extendiendo como un reguero de pólvora por toda Europa.
PRIMERA COALICIÓN
¡Regresemos a los tiempos revolucionarios de
Francia, cuando los Borbones estaban más apretujados que un sándwich de jamón
en hora punta! Aquí nos encontramos en pleno meollo entre Gran Bretaña, Austria
y el Reino de Piamonte-Cerdeña, quienes, con sus relaciones diplomáticas tensas
con la República Francesa, se tomaron muy en serio la Declaración de Pillnitz.
Esto desencadenó que Francia le declarara la guerra a Austria, desatando una
reacción en cadena que culminó en la formación de la Primera Coalición. La cosa
era como un juego de cartas desequilibrado, con los grandes pesos pesados
(Prusia, Austria dentro del Sacro Imperio, Gran Bretaña, Cerdeña y España hasta
1796) enfrentándose a Francia y la República Bátava. ¿No les parece que los
equipos estaban un poco desparejos?
Pero bueno, este primer asalto de las Guerras Napoleónicas duró desde 1792 hasta 1797, durante los cuales Francia jugó sus cartas con maestría, siempre apostando por su as bajo la manga, la carta Bonapartista. Desde el inicio, con la toma de Tolón, Napoleón fue escalando peldaños en la jerarquía militar francesa. Tanto así que, al final de la contienda, firmó la paz con Austria. ¡Pero no nos adelantemos!
Cuando Napoleón echó un vistazo al estado de las tropas en Tolón, decidió darle una vuelta de tuerca a la estrategia. ¿Qué hizo? ¡Atacar con cañones en lugar de rifles durante la noche! Esto causó estragos en el bando enemigo, ganándose así el respeto y la admiración. Mientras tanto, en el norte, un ejército francés hizo morder el polvo al imponente ejército prusiano en Valmy, marcando el inicio oficial de la guerra.
En el frente central, Francia ocupó territorios a lo largo del Rin, infligiendo derrota tras derrota al Sacro Imperio. Además, el ejército francés bajo el mando de Napoleón lanzó campañas en Saboya y Niza (parte del Reino de Cerdeña), asegurando territorios y catapultando a Napoleón hacia la fama con la campaña italiana.
Para 1796, Francia estaba en racha, arrebatando territorios y firmando la paz con varios países. Gran Bretaña fue uno de ellos, tras batallas como la de Milán y el Asedio de Mantua. También en 1795, España se unió al bando francés tras firmar la Paz de Basilea. Mientras tanto, después de obligar a Cerdeña a firmar la paz, Francia se centró en Austria, que finalmente se retiró de la contienda tras los avances napoleónicos en Tirol y el temor de que Bonaparte capturara Viena. Así se selló la paz de Leoben, poniendo fin a la Guerra de la Primera Coalición. ¡Vaya tiempo más movido!
SEGUNDA COALICION
¡Tras la caída de la Primera Coalición,
Francia se lanzó al ring con dos nuevos aliados: la República Bátava, la
República Cisalpina y la República Helvética, junto con nuevos compinches como
Dinamarca y España! Pero las cosas no pintaban tan color de rosa, ya que
Austria, Rusia y el Imperio Otomano tenían sus dudas sobre esta nueva República
y decidieron armar la Segunda Coalición. Para colmo, Nápoles, Gran Bretaña y
los realistas franceses se sumaron a la fiesta.
Ante esta movida, ¿Qué hace Francia? ¡Envía a Napoleón a Egipto, bajo dominio turco, con la esperanza de tomar el control del país! Todo porque el Directorio, la forma de gobierno francesa en ese entonces, estaba más celoso que un niño con su juguete favorito de Napoleón y su creciente poder dentro de Francia y el ejército. Además, Gran Bretaña estaba usando Egipto como trampolín hacia el Mediterráneo.
En Egipto, Napoleón mostró su astucia en las
batallas de Alejandría y El Cairo, utilizando su famosa táctica del
"cuadrado", donde organizaba a su ejército en formaciones cuadradas
para atacar con artillería e infantería. Esta estrategia resultó invaluable
frente a la inferioridad numérica y fue clave para repeler a la caballería
otomana en Alejandría. Pero no se crean que Napoleón estaba de vacaciones, ¡ni
mucho menos! Mantenía un ojo en Francia, y al enterarse de que los británicos
estaban planeando derrotarlo en Egipto y que el Directorio estaba sufriendo
derrotas en varios frentes, decidió volver a casa para poner orden.
En su camino de regreso, decidió hacer una paradita estratégica en Malta para cortar el suministro británico en Sicilia. ¿Y qué encuentras al llegar a París? ¡Una Francia hecha un desastre! Corrupta, desgastada por la guerra, con las arcas vacías y acumulando derrotas ante Austria y Rusia.
RESULTADO DE LAS GUERRAS REVOLUCIONARIAS
Aunque la Segunda Coalición no marcó el fin de
la guerra, sí puso punto final a la Revolución Francesa, ya que los Realistas
Franceses se involucraron únicamente en las dos primeras coaliciones.
Además, estas guerras marcaron el ascenso de Francia como potencia mundial, así como el comienzo de la difusión de los ideales revolucionarios franceses en América Latina y más allá. Esto sembró las semillas del nacionalismo y el independentismo en Europa y el resto del mundo, dando lugar a las independencias en los Balcanes, en América Latina y alimentando los movimientos nacionalistas en Turquía y Francia.
¡Hasta la próxima entrega donde veremos la continuación de esta épica
batalla entre Francia y Europa!
Comentarios
Publicar un comentario